A lo largo de los
siglos la población ha estado asentada en todos los lugares del mundo. Al
trabajar y vivir juntos, los grupos de personas desarrollaron las distintas
culturas que hoy en día forman un mosaico rico y variado.
La diversidad de culturas refleja la
multiplicidad e interacción que coexisten en el mundo y que forman parte del
patrimonio común de la humanidad. Según Unesco, la diversidad cultural es para
"el género humano", tan necesaria como la diversidad biológica para
los organismos vivos. También se manifiesta por la diversidad del lenguaje, de
las creencias religiosas, de las prácticas del manejo de la tierra, en el arte,
en la música, en la estructura social, en la selección de los cultivos, en la
dieta y en otros atributos de la sociedad humana.
La diversidad cultural es una fuerza motriz
del desarrollo, no sólo en lo que respecta al crecimiento económico, sino como
medio de tener una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual más
enriquecedora. Esta diversidad es un componente indispensable para reducir la
pobreza y alcanzar la meta del desarrollo sostenible.
Sin embargo,
diferentes organizaciones como la Unesco, también nos alertan sobre los peligros que supone la creciente
tendencia hacia una uniformidad cultural, y como prueba de ello, mencionan la desaparición de diferentes
lenguas y dialectos en distintas partes del mundo. Igualmente ponen la atención
en la preeminencia cultural de los Estados Unidos a través del cine, medios de
comunicación…etc. Estas organizaciones internacionales (Unesco, Survival)
trabajan en la protección de las sociedades y de las culturas que se encuentran
amenazadas por la extinción.
La Declaración
Universal de la Unesco sobre la Diversidad Cultural, adoptada por 185 Estados miembros
en 2001, constituye el primer instrumento normativo internacional para
preservar y promover la diversidad cultural y el diálogo intercultural. Se
reconoce además que los bienes y servicios culturales no deben tratarse
simplemente como productos básicos o bienes de consumo. También expresan que la
diversidad cultural contribuye a la cohesión social, la vitalidad de la
democracia y la identidad de los pueblos, todos ellos componentes esenciales
del desarrollo social y económico.
El impacto de la
COVID-19 se está sintiendo en todo el mundo. Este impacto tiene una vertiente
social, económica y política, ya que afecta al derecho fundamental de acceso a
la cultura, los derechos sociales y la protección de las diferentes expresiones
culturales. La crisis que se desarrolla corre el riesgo de profundizar las
desigualdades y hacer que las comunidades sean vulnerables, con consecuencias
potencialmente graves para muchas poblaciones y, sobre todo, para la
distribución equitativa de las oportunidades y para el bienestar de todas las
personas a todas las edades –precisamente el Objetivo Número Tres de la Agenda
2030 de desarrollo sostenible, basada en la promesa de no dejar a nadie atrás.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que
tres cuartas partes de los mayores conflictos tienen una dimensión cultural.
Superar por tanto la división entre las culturas es urgente y necesario para la paz, la estabilidad y el desarrollo.
Y es que la cultura, en su rica diversidad, posee un valor intrínseco tanto
para el desarrollo como para la cohesión social y la paz.