Uno de los objetivos marcados en la Agenda 2030, busca construir ciudades y asentamientos humanos inclusivos, seguros y sostenibles.
Según las estimaciones de la OMS, en el 2050 el 70% de la
población mundial vivirá en pueblos y ciudades, todo un reto para el desarrollo
del matrimonio urbanismo-salud.
Según algunos estudios señalan, con datos muy concretos,
incrementar los espacios verdes en las ciudades supondría una mejora en la salud y la
calidad de vida de sus habitantes.
La revista The
Lancet Planetary Health, publicó ya en 2019 un informe final de un
análisis que se llevó a cabo en siete países (Canadá,
Estados Unidos, China, España, Italia, Australia y Suiza) y cuyo objetivo era
establecer la relación existente entre la
exposición a las zonas verdes y la evolución del estado de salud. Como primer resultado, hay que
destacar que el estudio confirmaba que un incremento de las áreas ajardinadas o
boscosas alrededor de una vivienda se asociaba, de manera significativa, con
una reducción de la mortalidad prematura.
Otros resultados resaltaban además, que el hecho de poder disfrutar de espacios verdes en el entorno urbano estaba directamente relacionado con una mejor salud en distintos aspectos, especialmente en las personas de más edad.
Un beneficio que implica vivir cerca de un parque o jardín tiene que ver con la calidad del aire. Hay que recordar que la contaminación atmosférica es causa o agravante de múltiples enfermedades respiratorias.
Ahora otro estudio de Isglobal.org constata que los niños y niñas que viven en hogares rodeados de espacios verdes tienden a presentar mayores volúmenes de materia blanca y gris en áreas del cerebro vinculadas a la función cognitiva.
Además esta institución publica un cómic con el título Redibujar Barcelona sobre la búsqueda de
un nuevo modelo urbano para Barcelona apoyándose en la evidencia científica
para tratar temas como la contaminación atmosférica, el ruido o el sedentarismo
en la ciudad.