Los importantes cambios tecnológicos y socioculturales, han
influido en el descenso de actividad física en casa, trabajo, transporte,
ocio… han desplazado la actividad física de la vida cotidiana y han hecho del
sedentarismo un problema de salud pública relacionado con la carga de
morbilidad y mortalidad de gran magnitud.
En los últimos años, fruto del incremento y los resultados
de numerosas investigaciones, está creciendo el valor de la prescripción de la
actividad física enfocada a obtener beneficios para la salud, tanto en personas
sanas como en enfermas, con numerosos organismos nacionales e internacionales
que avalan este planteamiento. Ello es especialmente importante en el momento
actual en nuestra sociedad, debido por una parte al aumento del sedentarismo y
por otra, al envejecimiento de la población y en lo que ha incidido las restricciones derivadas de la pandemia de COVID-19.
Los datos publicados por la OMS (Organización Mundial de la Salud) nos invitan a la reflexión y a plantearnos la importancia de adquirir hábitos que supongan el incremento de nuestra actividad física diaria. Por este motivo la OMS publicó en 2020 las Directrices de la OMS sobre actividad física y hábitos sedentarios en las que se hace hincapié en que todas las personas, sea cual sea su edad y capacidades, pueden ser físicamente activas y en que cada tipo de movimiento cuenta.
El concepto de actividad física se refiere a cualquier movimiento corporal que se produzca por la contracción de los músculos esqueléticos y que produzca aumentos sustanciales en el consumo de energía del cuerpo con respecto a estar en reposo. Ejemplos habituales de actividad física son desplazarnos, aplaudir, hacer la compra, subir las escaleras, tareas domésticas...etc. Algunas requieren mayor gasto energético que otras.
Es importante diferenciarla del ejercicio físico entendido como el incremento en la movilidad del cuerpo, siendo una actividad planificada y repetitiva cuyo objetivo es mejorar el funcionamiento del organismo. Es por tanto un tipo de actividad física planeada y estructurada. Ejemplos de ejercicio físico son caminar de una manera planificada, jogging/running, natación, ejercicios de fortalecimiento muscular en el gimnasio, etc.
El ejercicio físico tiene que estar bien planificado y tener unas características concretas: tipo de ejercicio, intensidad a la que se va a practicar, frecuencia con la que se va a practicar, el tiempo por sesión y la forma en la que progresar con las intensidades y volúmenes. Estos ejercicios aumentan el ritmo de los latidos del corazón y el ritmo de la respiración por un período extendido de tiempo
Un estilo de vida saludable no solo consiste en hacer ejercicio programado con regularidad, también hay que mantener unos hábitos que huyan del sedentarismo. Hay que intentar evitar las horas de televisión, los desplazamientos en vehículos a motor, los hobbies y las conductas sedentarias en el trabajo y en lo cotidiano.
Es mejor realizar cualquier actividad física que no realizar ninguna, todo movimiento cuenta. La actividad física regular y adecuada, incluido cualquier movimiento corporal que requiera energía es beneficioso para nuestra salud. La energía que se gasta mientras se está físicamente activo también es una parte fundamental del balance de energía y el control del peso.
Realizar actividad física con regularidad supone numerosas ventajas para nuestro cuerpo y nuestra mente, mejorando el bienestar general. Es fundamental para prevenir y ayudar a manejar las cardiopatías, la diabetes de tipo 2 y el cáncer, así como para reducir los síntomas de la depresión y la ansiedad, disminuir el deterioro cognitivo, mejorar la memoria y potenciar la salud cerebral.
Puedes consultar las directrices y recomendaciones de la OMS en las que proporcionan información detallada en cuanto a los diferentes grupos de edad y los grupos de población específicos sobre el nivel de actividad física necesario para gozar de buena salud.